En la escuela actual, donde la memorización mecánica deja paso a un aprendizaje más activo y significativo, el Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) se presenta como una de las metodologías más potentes para implicar al alumnado en su propio proceso de aprendizaje. Lejos de limitarse a cumplir un temario, el ABP invita a los niños y niñas a investigar, crear y construir conocimientos a partir de un reto o una pregunta que despierte su curiosidad.
Aunque en los últimos años ha ganado protagonismo, sus raíces se remontan a principios del siglo XX. John Dewey defendía que aprender debía partir de la experiencia y tener un sentido real para el estudiante. Kilpatrick, en 1918, formalizó esta idea con su “método de proyectos”, concebido como una actividad intencional desarrollada en un contexto real para alcanzar un objetivo concreto. Más adelante, las teorías constructivistas de Jean Piaget y las aportaciones socioculturales de Lev Vygotsky consolidaron el valor de la actividad práctica y el aprendizaje colaborativo como motores de desarrollo.
En la actualidad, el modelo propuesto por el Buck Institute for Education, con autores como Larmer, Mergendoller y Boss, establece elementos esenciales que garantizan la calidad de un proyecto: partir de una pregunta o reto desafiante, promover una investigación sostenida, conectar con situaciones reales, dar voz al alumnado, permitir la reflexión y culminar con un producto final público. No se trata solo de “hacer cosas”, sino de hacerlo con sentido, con un hilo conductor y con la intención de compartir lo aprendido con otros.
Si estudiamos el currículo español, tal como se establece bajo la LOMLOE (Ley Orgánica 3/2020), respalda y promueve explícitamente el Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) como una metodología fundamental para una educación centrada en competencias.
Según la legislación, se indica que:
- En su artículo 19, la LOMLOE establece que, «con objeto de fomentar la integración de las competencias, se dedicará un tiempo del horario lectivo a la realización de proyectos significativos para el alumnado y a la resolución colaborativa de problemas», favoreciendo así el desarrollo de la autoestima, la autonomía, la reflexión y la responsabilidad.
- Además, el Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y de Formación del Profesorado (INTEF) resalta cómo los principios pedagógicos de la LOMLOE respaldan el ABP —se señala que este enfoque funciona como “bastón, brújula y refugio” para avanzar hacia un aprendizaje competencial— promoviendo proyectos significativos que fomentan la colaboración, la autoestima y el pensamiento crítico.
En resumen, el currículo español no solo contempla el ABP, sino que lo considera una estrategia pedagógica esencial para que el alumnado adquiera competencias clave de forma profunda, conectada con situaciones reales y promoviendo su protagonismo en el aprendizaje.
Ejemplo para Educación Infantil
En Educación Infantil, por ejemplo, un proyecto como “Nuestro huerto escolar” puede transformar el patio del colegio en un laboratorio vivo. La pregunta inicial —“¿Podemos cultivar nuestras propias verduras en el cole?”— abre la puerta a visitar mercados, sembrar semillas, contar y clasificar plantas, registrar su crecimiento y, finalmente, preparar una ensalada para compartir con las familias. Detrás de este sencillo planteamiento se esconden aprendizajes de matemáticas, lengua, ciencias, arte y, sobre todo, una experiencia de colaboración y cuidado del entorno.
Ejemplo para Educación Primaria
En Primaria, un proyecto como “La vuelta al mundo en 80 días” puede convertir el aula en una agencia de viajes internacional. Cada grupo investiga un país, su cultura, su gastronomía y su geografía; diseñan pasaportes, calculan distancias, ensayan saludos en otras lenguas y crean una feria multicultural abierta a toda la comunidad educativa. Este tipo de experiencias, inspiradas en las propuestas de Katz y Chard, integran de forma natural diferentes áreas del currículo y dan al alumnado un papel protagonista.
El ABP ofrece múltiples beneficios: aumenta la motivación, favorece la retención de lo aprendido, desarrolla competencias clave como la comunicación, la resolución de problemas o el trabajo en equipo, y conecta el aprendizaje con la vida real. Sin embargo, también supone un reto para el profesorado, que debe planificar cuidadosamente, coordinar áreas y asumir un papel más de guía que de transmisor de contenidos.
Como metodología, el Aprendizaje Basado en Proyectos no es solo una técnica didáctica, sino una filosofía educativa que asume que aprender no es acumular datos, sino vivir experiencias que transforman. En un mundo donde la información es abundante pero la capacidad de aplicarla de forma creativa es escasa, trabajar por proyectos en Infantil y Primaria prepara a niños y niñas para ser curiosos, críticos y cooperativos. Y eso, más allá de cumplir un currículo, es formar ciudadanos capaces de aprender durante toda la vida.
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